miércoles, 12 de mayo de 2010

Misterios del Antiguo Egipto 5

La Gran Piramide Para Que Se Hizo


Si hasta ahora no nos ha quedado nada claro el cuándo, cómo y quién construyó la Gran Pirámide, el tratar de hablar de para qué uso se destinó, resulta totalmente gratuito por faltarnos las referencias suficientes que nos puedan dar alguna pista medianamente fiable. Existe una larga lista de posibles aplicaciones, aunque la que prevalece, como no podía ser de otra manera, es la de su utilización como monumento funerario o como teoría más atrevida entre los círculos oficiales, la de estar destinada a ritos y celebraciones religiosas de carácter especial.
Para investigadores como Pedro Guirao, la Gran Pirámide fue diseñada según los principios de la Geometría Hermética de Hermes-Toth. Constaría de una parte energética positiva y de otra negativa para facilitar la comunicación entre nuestra dimensión y otras.

A nosotros particularmente se nos antoja un tanto difícil y extraño, el paso de una pomposa comitiva de sacerdotes medio arrastras por los tortuosos pasajes y galerías que recorren la Gran Pirámide, pasillos de un metro de ancho y poco más de altura, no resultan los más apropiados para ningún tipo de rito o celebración.
Incluso el paso del difunto faraón por estos exiguos corredores se aproxima más a una película de los hermanos Marx que a cualquier ceremonia que podamos imaginarnos, pongamos por ejemplo, en el grandioso Templo de Karnak.
Con la técnica y perfección demostrada por los arquitectos egipcios, ¿qué más les hubiera dado hacer las galerías de mayor tamaño, más acordes con la grandeza de su faraón o de los dioses a los que adoraban?

Nada de lo realizado en la Gran Pirámide parece escapar a un diseño premeditado por parte de sus constructores. Alineaciones y medidas parecen estar milimétricamente dispuestas, obedeciendo a un plan maestro totalmente desconocido para nosotros.
Si los antiguos egipcios eran capaces de mover moles de 800 toneladas, ¿qué dificultad habrían tenido en hacer pasajes más holgados y solemnes para el paso de sus comitivas funerarias o religiosas? ¿Por qué la Gran Galería tiene una altura desproporcionada respecto al resto de los pasajes?

Y LOS MUERTOS, ¿DÓNDE ESTÁN?

Esta pregunta nos la tenemos que plantear por la sencilla razón de que jamás se ha encontrado ningún difunto en el interior de una Pirámide. La solución a esta incógnita ha sido siempre resuelta culpando a los ladrones de tumbas, que no sólo robaban las joyas y demás riquezas, sino que extraían el cadáver para ultrajar su memoria.
Esta teoría no deja de tener gran parte de lógica. Son muchos los años transcurridos para haber dado la oportunidad a diferentes generaciones de ladrones y saqueadores de barrer con todas las riquezas depositadas en el interior de tumbas y pirámides. Ahora bien, como toda teoría tiene un pero.

Al igual que ha habido tumbas que han sido descubiertas intactas, sin señal alguna de saqueo, como sería el famoso caso de la Tumba de Tutankhamón en el Valle de los Reyes, también han aparecido pirámides en las mismas condiciones de inviolabilidad.
Para otros investigadores, como es el caso de Alan F. Alford, la Gran Pirámide no es más que un gigantesco generador energético a modo de central nuclear.

SEKHEMJET, OTRA PIEZA QUE NO ENCAJA

Sekhemjet, fue uno de los últimos faraones de la III Dinastía, que siguiendo la moda impuesta por Zoser, hizo construir su pirámide en la necrópolis de Sakkara, allá por el año 2.600 a.C. Se desconoce exactamente si llegó a finalizar la estructura completa de la pirámide o bien si ésta fue reutilizada posteriormente por sus sucesores, sirviendo sus bloques para nuevas construcciones.
El caso es que la cámara funeraria subterránea quedó en el más completo de los olvidos durante miles de años hasta que en 1951, el arqueólogo Zakaria Goneim descubrió entre los cascotes de la pirámide, la puerta de entrada. Para poder acceder a la cámara funeraria, fueron necesarios casi tres años de limpiezas de escombros acumulados en el corredor de bajada, lo que nos dará una idea de la dificultad que hubieran encontrado posibles ladrones.
Sarcófago de Sekhemjet

La flor y nata de la egiptología, política, medios de comunicación y curiosos, se dieron cita el día 8 de marzo de 1954, para poder ver por fin el cadáver de un faraón en el interior de una pirámide, la prueba definitiva con la que callar de una vez por todas a aquellos "intrusos" y "alucinados", que habían osado poner en duda las afirmaciones de la egiptología oficial.
El mismísimo señor Ministro de Cultura de Egipto, tuvo el honor de dar el último mazazo sobre el muro que daba acceso a la cámara funeraria, donde se encontró un imponente sarcófago de alabastro rodeado de joyas y otros restos del ajuar funerario, y un sorprendente ramo de flores, que aún marchitas por el paso de miles de años, yacían sobre la parte superior del féretro.

El perfecto estado del sarcófago, realizado en una sola pieza de un gran grosor, con una puerta corredera, provoco retrasar la operación de apertura de éste, hasta el 26 de julio. Este retraso aumentó más el interés entre los medios de comunicación y la opinión pública, que siguieron expectantes el gran acontecimiento.
En el día señalado, los más modernos equipos de conservación para recibir a tan importante invitado de 4.600 años de antigüedad, se quedaron mudos de sorpresa cuando el propio Zakaria Goneim, tras introducir su cabeza en el interior del sarcófago, aseguraba desconsolado que, no había nada ni nadie en el interior del féretro. Posteriores análisis químicos reafirmaron categóricamente la total ausencia de restos orgánicos. Entonces, ¿dónde estaba el muerto?

Y de nuevo volvemos al terreno de la especulación (¿cuántas veces van ya?) al tratar de averiguar el verdadero uso de las pirámides, y más concretamente el de la Gran Pirámide.
A menudo se asegura (no deja de ser una huida hacia adelante) que las pirámides sólo eran las tumbas de las almas de los difuntos faraones, y que sus cuerpos eran depositados en otro lugar. Parece que el sentido pragmático de los antiguos egipcios era totalmente nulo, y que el sustento diario les venía regalado del cielo, porque no se entiende una tumba de 2.500.000 bloques de piedra, y la ruina de un estado y toda una dinastía real como una y otra vez nos aseguran que sucedió con la locura de Keops y compañía.

CONCLUSIONES

Tumba, templo, biblioteca en clave del saber humano, reactor nuclear, baliza para naves espaciales, generador de energías desconocidas o simple montón de piedras producto de la locura del hombre, la Gran Pirámide, sea cual sea su función o funciones sigue constituyendo uno de los enigmas de mayor envergadura al que el hombre se puede enfrentar. Lo es ahora y lo fue también en tiempos de Heródoto, Diodoro de Sicilia o Napoleón.
Su inmensa figura recortada por el cielo de la meseta de Giza, desafía la lógica humana y se burla siglo tras siglo de todas las conclusiones precipitadas de aquellos que tratan de amoldar sus formas e historia a su conveniencia, conocimientos y prejuicios de cada época.

Y nosotros, ¿no nos mojamos? ¿no damos nuestra opinión? ¿preferimos seguir criticando a diestro y siniestro sin aventurarnos a formalizar una teoría como el que más?

Sólo podemos asegurar:
Que existen suficientes indicios que señalan a la Gran Pirámide, como la primera y más antigua pirámide de Egipto.
Que Keops no fue su constructor, por lo que su datación en la IV Dinastía es totalmente errónea.
Que su diseño, al igual que otros monumentos asociados al Antiguo Imperio, nada tienen que ver con el resto de los existentes en Egipto, y que denuncian el uso de unos conocimientos y una tecnología, que nos llevan a sospechar cualquiera de los tres siguientes puntos, y que son parte de la filosofía de organizaciones como la Ancient Astronaut Society, fundada a mediados de los años setenta por Gene M. Phillips:

A-. Existió en la antigüedad una civilización totalmente desconocida para nosotros, con un alto desarrollo cultural y tecnológico.
B-. Hace miles de años, la Tierra fue visitada por alguna civilización exterior a nuestro planeta. Su paso dejo huella en distintas civilizaciones antiguas en forma de tecnología y conocimientos que fueron involucionando progresivamente, tras la marcha de estos visitantes.
C-. La combinación de ambos puntos anteriores.

El uso y la utilización de la Gran Pirámide, vendrían pues determinados por las necesidades de esta civilización desconocida y que nuestra lógica, factor determinante para la creación de nuestros parámetros técnicos y culturales de enjuiciamiento, no son capaces de asimilar.
Creemos pues, que sólo una revisión en toda regla de nuestra historia y de sus enclaves arqueológicos más importantes, serían capaces de arrojar algo de luz a nuestro pasado, y por qué no, también a nuestro futuro.
Sabemos que por infinidad de las tres: religiosos, políticos, económicos y demás intereses que nuestra sociedad mantiene, hoy por hoy, cualquier tentativa revisionista, no deja de ser más que una utopía.

TRES CLASES HAY DE IGNORANCIA:
NO SABER LO QUE DEBIERA SABERSE,
SABER MAL LO QUE SE SABE,
Y SABER LO QUE NO DEBIERA DE SABERSE.

Misterios del Antiguo Egipto 4

¿Electricidad en el Antiguo Egipto?


A menudo la curiosidad y la sorpresa han hecho acto de presencia cuando se trata de averiguar cómo en el antiguo Egipto se logró tal perfección artística y técnica en condiciones de total oscuridad, dentro de los numerosos corredores subterráneos que podemos encontrar en infinidad de tumbas de diferentes necrópolis. Tal vez el ejemplo más representativo lo tengamos en las proximidades de Luxor, en el conocido Valle de los Reyes. ¿De total oscuridad?, se preguntaran algunos, ¿es que acaso no existían las antorchas o candiles para iluminar estos pasajes?
La respuesta es por supuesto que sí, pero no podemos dejar pasar por alto que jamás se han hallado manchas o partículas de herrumbre en las paredes o techos de estos pasadizos, señales características propias de los candiles, velas o antorchas en su constante humear. ¿Fueron realizadas previamente las pinturas en el exterior y posteriormente fueron colocadas en el interior de los monumentos funerarios?

Con un mínimo de esfuerzo, podremos observar que la inmensa mayoría de los dibujos e inscripciones están realizados sobre roca virgen, que ha sido picada y pulida, para posteriormente ser decorada. Otras rocas pesan varias toneladas, y su manejo es difícil de imaginar sin que éstas sufrieran golpes y arañazos propios del desplazamiento por los estrechos corredores desde el exterior, cosa que, al igual que el humo de las antorchas, no se aprecia por ninguna parte. En definitiva, este tipo de manipulación hubiese hecho peligrar la labor de los artistas egipcios.
Cámara del sarcófago del Faraón Amenhotep II, completamente decorada
(Valle de los Reyes)

Y como la imaginación no tiene límites, hay quien ha llegado a proponer la utilización de espejos para reflejar la luz solar en el interior de estas oscuras galerías. El único problema es que los espejos encontrados en Egipto no parecían ser de muy buena calidad. Cada vez que reflejaban la luz, al menos una tercera parte de ésta era absorbida o dispersa, con lo que después de combinar varios espejos entre la entrada a la tumba y el interior de las distintas cámaras y galerías, no llegaba a su objetivo ni el más mínimo rayo de luz.
Entonces ¿cómo fue posible la ejecución de semejante labor artística en las oscuras galerías del Valle de los Reyes y de otros monumentos subterráneos del antiguo Egipto?

UNA HIPÓTESIS PROHIBIDA

El cronista árabe Abdul el Latif, (1150 d.C.) ya hacía mención del recubrimiento metálico del obelisco de Sesostris I que se encontraba en Heliópolis (1970 a.C.). Pero no es la única referencia existente, son muchas las crónicas que nos narran la utilización de estos gigantescos obeliscos a modo de pararrayos, que protegían las inmediaciones de los templos. Algunos de ellos estaban recubiertos de una aleación de oro, plata y cobre que recibía el curioso nombre de "electrum"
A comienzos de los años ochenta, los investigadores Peter Krassa y Reinhard Habeck, dieron la voz de alarma al lanzar una hipótesis revolucionaria basada en la utilización de la energía eléctrica en el antiguo Egipto. Así parecían atestiguarlo numerosos relieves esculpidos sobre las paredes de distintos templos, como los de Edfu, Kom Ombo y Dendera.

En estos relieves podemos encontrar claras representaciones de unos objetos que inmediatamente nos harán recordar a nuestras clásicas lámparas o bombillas. En el caso de Dendera, donde se encuentran los relieves más conocidos, se representan estas bombillas con una forma un poco más alargada que una pera, y dejando ver en su interior a una serpiente ondulante (filamento), emergiendo de una flor de loto en forma de "casquillo". Están sujetas por un pilar djed, símbolo de energía, estabilidad y poder, muy extendido por todo Egipto. Estas "bombillas" están "conectadas" por una especie de cable a un pedestal, en el que está arrodillado el dios del aire. Todo este conjunto está custodiado por un babuino que probablemente represente al dios Thot, protector del conocimiento y de las ciencias, que con un cuchillo en cada mano parece guardar celosamente tan pintoresca y extraña representación.

Relieves del Templo de Dendera, donde se pueden apreciar
estos extraños objetos en forma de bombilla

Algunos arqueólogos como el alemán Alfred Waitakus y el ingles John Harris, aseguran que los jeroglíficos que rodean a algunas de estas representaciones, hablan de luminosidad, conocimiento y del gran poder de Isis.
Si se está libre de prejuicios y en relación a lo anteriormente expuesto, la realización de las diferentes inscripciones localizadas en el Valle de los Reyes y del resto de los pasadizos y tumbas del antiguo Egipto, bien podrían haber sido efectuadas con la ayuda de la electricidad. Un conocimiento en estado de involución, que en manos de la casta sacerdotal era guardado celosamente como un gran legado de los antiguos dioses.

OTROS EJEMPLOS EN LA ANTIGÜEDAD

¿Fue Egipto un caso aislado en el conocimiento de la energía eléctrica?
La respuesta es rotunda: no, no lo fue. Diferentes pruebas materiales, así como testimonios de la antigüedad, nos aseguran con toda certeza del conocimiento de diferentes pueblos de este prodigioso legado de sus dioses.
Corría el año 1936, cuando un grupo de obreros dirigido por el ingeniero alemán Wilhelm Köning realizaba la construcción de un sistema de alcantarillado en la colina de Rabua, muy próxima a Bagdad (Irak), cuando se toparon con un extraño objeto de arcilla en forma de jarrón.
Este objeto tenía 15 centímetros de alto, y poseía un tapón de asfalto donde hacia el interior partía un tubo cilíndrico de cobre de 26 milímetros de diámetro y 19 centímetros de altura. A su vez, del tubo sobresalía una varita de hierro de 1 centímetro cubierta de plomo ligeramente corroída por algún tipo de ácido.

Pila eléctrica descubierta por Wilhelm Köning en 1938
(Museo de Bagdad)

A pesar de que las autoridades y los "expertos" tacharon este pequeño jarrón o vasija de "objeto de culto" (muy típico en estos casos), el propio Köning tras introducir un electrolito común en el interior del recipiente, logró hacer funcionar este "objeto de culto" como una batería.
En el mismo yacimiento fueron descubiertos otros objetos que habían sido sometidos a un proceso de galvanización. Estos databan del 2000 a.C. por lo que se llegó a la conclusión que hace más de 4.000 años los antiguos moradores de estas tierras de Mesopotamia, utilizaban pilas eléctricas.

No nos debe sorprender este tipo de hallazgos. Existen numerosas referencias incluso en la antigua Roma o Grecia, que nos hablan de ciertas bombillas incandescentes de color rojizo, como de la que nos habla San Agustín, que no podía ser apagada ni por los vientos ni por la lluvia, y también otra en Antioquia que estuvo encendida mucho más de quinientos años. O en el Templo de Numa Pompilio en Roma, famoso porque en su cúpula brillaba siempre una luz encendida. Pausanias vio en el Templo de Minerva en el año 170 de nuestra era, una lámpara de oro que daba luz por un año sin que fuese alimentada por ningún combustible.
En el 1565 d.C. el padre jesuita Atasnasio Kircher recogía en su obra "Edipo Egipcíaco" trozos de un documento hindú con los pasos a seguir para la construcción de una batería eléctrica. Dice así este documento: "colocar una plancha de cobre, bien limpia, una vasija de barro; cubrirla con sulfato de cobre, y luego cubrirlo todo con aserrín húmedo, para evitar la polarización. Después poner una capa de mercurio amalgamado con zinc encima del aserrín húmedo. El contacto producirá una energía por el doble nombre de Mitra-Varuna. Se dice que una cadena de cien vasijas de este tipo proporcionan una fuerza muy activa y eficaz"

El griego Luciano (120-180 a.C.) nos dejó la descripción de una bella alhaja en Hierápolis (Siria) que estaba engarzada en una cabeza de oro de la diosa Hera, de la cual "emanaba una gran luz" tanto que "el templo resplandecía como si hubiese estado iluminado con una miríada de cirios" Luciano no nos dejó revelada la explicación a este misterio, pues los sacerdotes se negaron a descubrirle el secreto.
Plutarco escribió en el Siglo I, sobre una "lámpara perpetua" que él tuvo ocasión de ver en el Templo de Júpiter-Amón. En este caso los sacerdotes que custodiaban el templo tampoco le revelaron el misterioso funcionamiento de tan milagrosa luminaria, tan sólo le contaron que ésta ardía continuamente hacía muchos años y que ni el viento ni la lluvia habían podido apagarla.

Todos los indicios señalan a que en algún momento de la historia de la humanidad, la electricidad era usada y conocida por las castas sacerdotales, aunque su origen procediese de los dioses a quienes servían, y que según los propios sacerdotes, convivieron con los hombres en tiempos remotos dándoles entre otros conocimientos, el de la electricidad.
Egipto no fue una excepción, pero al igual que en el resto de los pueblos de la antigüedad, éste secreto y reservado conocimiento, se fue diluyendo progresivamente con el paso de los años y los avatares de la historia.
Un babuino armado de dos cuchillos parece vigilar una de estas curiosas bombillas

martes, 11 de mayo de 2010

Misterios del Antiguo Egipto 3

El milagro de los Trepanos Egipcios

Más de un siglo de silencio

Hace ya más de un siglo, que a petición del arqueólogo y egiptólogo William Matthew Flinders Petrie (1835-1942), el ingeniero de la Antigua presa de Asúan, especialista en herramientas industriales y petrografía, Benjamín Baker, elaboró el conocido "Informe Baker".

William Matthew Flinders Petrie

Este informe aparece en la obra de W.M. Flinders Petrie, "Pyramids and Temples of Gizeh", y trata sobre la utilización de antiguas herramientas por parte de los canteros y artesanos egipcios. Las conclusiones a las que llegó B. Baker después de exhaustivos análisis y ensayos sobre el terreno fueron rotundas y sorprendentes, pudiéndose deducir de todo ello afirmaciones como la siguiente: "si un ingeniero moderno fuera capaz de reproducir la herramienta antigua no solamente se haría millonario, sino que revolucionaría la industria moderna" ¿Cuáles fueron las razones para que B. Baker llegara a esta increíble afirmación?
En 1883, W.M. Flinders Petrie presentó en el Instituto Antropológico de Londres un estudio sobre los taladros efectuados sobre bloques de roca de gran dureza, tales como el granito y la diorita. Entre éstos, aparecían los trépanos que se pueden observar en dos bloques de granito rojo de unos 12 centímetros de diámetro, que se encuentran en la Gran Pirámide, el primero de ellos tirado en el suelo, a la izquierda de la entrada original, situada por encima de la utilizada actualmente para acceder a su interior, y que fue realizada por Abdullah Al Mamún en la búsqueda de los tesoros que diferentes leyendas señalaban en el interior de la Gran Pirámide, y el segundo de los bloques, en el Pozo de la Cámara del Caos, a una considerable distancia del primero.
Uno de los trépanos estudiados por Petrie

Entre varios de los datos técnicos aportados por Petrie, se podía ver el de un trépano realizado sobre un bloque de granito con un diámetro de 5,6 centímetros, y en el que se apreciaba en su interior un surco en espiral de cinco vueltas, con una diferencia de una a otra de 2,3 milímetros, lo que viene a significar casi un metro de avance en un sólo intento de perforación. En el caso de los bloques de la Gran Pirámide, las cifras también eran desconcertantes, pues se apreciaba que en cada vuelta el trépano se introducía 2,5 milímetros en la roca de granito rojo, un dato inexplicable si tenemos en cuenta que con nuestra más moderna tecnología, los trépanos de diamante sintético solo logran un avance de 0,05 milímetros por vuelta, exactamente cincuenta veces menos que los supuestamente primitivos y rudimentarios trépanos egipcios.

En otro de los trépanos observados de 11,43 centímetros de diámetro, y realizado en un durísimo bloque de diorita, se podía apreciar que el surco en espiral alcanzaba las 17 vueltas, nada más y nada menos que 6 metros de una sola tirada. Entre la sorpresa y la incredulidad, siguieron apareciendo nuevos datos de trépanos de todo tipo de diámetro, desde los 70 centímetros a incluso los minúsculos de 1 centímetro de diámetro, pero no por ello con menos efectividad a la hora de penetrar en la dura roca.
Nuestros más modernos materiales de penetración de máxima dureza según la escala de Mohs alcanzan el nivel 11 sobre 10, que es el que posee el diamante, una piedra que los egipcios desconocían. Estos materiales de nivel 11, como son el diamante negro y el borazón, quedan muy lejos de conseguir los logros alcanzados por las antiguas herramientas egipcias.

El investigador español Manuel José Delgado observa unos trépanos realizados en un bloque de granito negro correspondiente al Templo de Sahure, en Abusir

Trépanos correspondientes a la entrada original de la Gran Pirámide
realizados sobre granito rojo

Atendiendo a la escala de Mohs, que establece un nivel del 1 al 10 en la dureza de los materiales, a B. Baker después de aplicar una simple regla de tres, no le quedó más remedio a la vista de las irrefutables pruebas y evidencias que permanecen aún hasta el día de hoy, el asegurar que el material empleado por las herramientas perforadoras de los antiguos egipcios tendrían que tener como mínimo una dureza de nivel 500. Un auténtico contrasentido si tenemos en cuenta el nivel 11, que es el máximo alcanzado por la tecnología del Siglo XX a partir de elementos sintéticos, y un nivel 10 que es también el máximo que se puede encontrar en la naturaleza.
Dentro de las conclusiones finales que aportaba el Informe Baker, destaca la siguiente: "La única diferencia en el funcionamiento del taladro antiguo y el moderno es una enorme presión sobre los taladros que nuestros modernos trépanos de acero y diamante no pueden resistir. La máxima presión que puede soportar un taladro moderno es de unos 50 kilos, pero la herramienta egipcia soportaba más de 2.000 kilos"

Es bien conocida por la egiptología la realización de perforaciones en roca, a base de hacer girar muy laboriosamente materiales abrasivos como la arena, introducidos en un cilindro de cobre y colocado sobre una vara de madera, aplicada posteriormente sobre la superficie de la roca y de forma continuada por varios relevos de operarios. Esta labor repetida insistentemente de hacer girar la vara de madera, formaba un tarugo de piedra en el interior del cilindro de cobre, que era extraído a golpes seguidamente con un cincel de cobre y una maza de madera. La operación llevaba mucho tiempo y esfuerzo, e iba siempre en proporción con la dureza de la roca a perforar, pudiéndose emplear docenas de horas, y no menos cilindros de cobre para tal tarea. Y es en este dato, donde se escudan nuestros arqueólogos para explicar la consecución de los trépanos a los que nos hemos referido con anterioridad.

Lo que no tiene explicación y han preferido ignorar, al igual que todo el contenido del trabajo sobre los trépanos de Petrie, y el propio Informe Baker, es la existencia en el interior de estos taladros de los típicos surcos producto de una elaboración mecánica, y que nada tienen que ver con los burdos sistemas de abrasión que se emplearon en rocas de menor dureza, y sin la perfección en el trazado como las que estudió Petrie y Baker. Es más, la seriedad y el reconocimiento generalizado que sobre la persona y el trabajo de Petrie existen dentro de la comunidad arqueológica, hacen que nadie se haya atrevido a atacar abiertamente sus conclusiones sobre los trépanos egipcios. Más bien se ha preferido aislar o ignorar tan molesta e incómoda parte de sus investigaciones, al igual que otros estudios existentes sobre la metrología de las pirámides, un tema tabú dentro de la egiptología, pues como es bien sabido entre los círculos oficiales, los egipcios no tenían grandes conocimientos matemáticos para haberlos aplicado en su momento a la construcción de las pirámides, como algunos investigadores creen haber detectado, por ejemplo la presencia del número Pi en la realización de la Gran Pirámide. A pesar de todo, los datos están ahí, señalando como un dedo acusador a la egiptología oficial, que prefiere dirigir su mirada hacia otra parte, y recordando a todos que existe una historia que revisar y reescribir.

Misterios del Antiguo Egipto 1

Antiguos Egipcios en Australia

La imagen más extendida de la navegación de los antiguos egipcios se ha asociado siempre a sus viajes a través del Río Nilo, sin embargo existen gran cantidad de indicios que señalan inequívocamente su presencia sobre los mares. En pinturas murales de más de 3.000 años de antigüedad, aparecen escenas de marineros que desde sus embarcaciones comprueban las profundidades del mar próximas a la costa con una pesa atada a una larga cuerda.
Los barcos egipcios más antiguos que se conocen estaban construidos sobre un armazón de madera y eran lo suficientemente grandes para albergar como mínimo a 20 remeros. Iban equipados con un solo mástil dotado de una vela rectangular y uno o dos grandes remos situados en popa que realizaban la función de timón, siendo capaces de transportar varias cabezas de ganado o el peso equivalente en mercancías. Su actividad comercial se extendía a varios puntos geográficos del Mediterráneo y Mar Rojo.

En la Piedra de Palermo aparecen datos de tiempos del Faraón Snefru (IV Dinastía), en los que se narra una expedición comercial de cuarenta barcos a la ciudad de Biblos en tierras de Canaán para cargar madera de cedro, un material muy apreciado por los antiguos egipcios, así como de la construcción de un barco de 52 metros de longitud.
En uno de los papiros que se guardan en el British Museum aparece el nombre de un gran puerto comercial, "Per Neferu" (Buen Viaje) punto estratégico para la llegada y salida de las rutas marítimas comerciales hacia tierras asiáticas. Del mismo modo también aparecen distintas relaciones del material necesario para la construcción de diferentes clases de barcos.
En el templo funerario del Faraón Sahure (V Dinastía), existen distintos relieves de barcos egipcios que regresan después de una expedición por tierras asiáticas cargados de esclavos y prisioneros.

LAS GRANDES EXPEDICIONES MARÍTIMAS

Existe una leyenda que incluso llegó a ser recogida por el historiador griego Heródoto, en la que se relata que, durante el reinado de Necao II (616 a.C.) se emprendió una expedición por mandato del propio faraón, y en la que se empleó a los más expertos marineros de aquellos tiempos, los fenicios. Durante un periodo de dos años, una flota fenicia armada por Necao II realizó un viaje de más de 20.000 kilómetros alrededor del continente africano.
Los griegos recogieron también historias de otros de los mejores navegantes del mundo antiguo junto a los fenicios, los cartagineses. El caudillo cartaginés Hannon recorrió en numerosas ocasiones la costa occidental africana, fundando diferentes colonias como, Karikon, Teichos, Gytte, Akra, Thymiaterión, etc…


Reproducción pictórica de un barco egipcio de altura procedente del templo mortuorio del Faraón Sahure

En una de las ocasiones organizó una expedición desde Cartago en la que participaron unos 60 barcos y en la que a lo largo de su recorrido se llegaron a fundar siete colonias. No se sabe con exactitud hasta donde llegaron en su aventura, pero las descripciones nos hablan de una montaña muy alta que arrojaba fuego y que denominaron "el trono de los dioses" que ha hecho sospechar a los expertos que la expedición Hannon llegó a alcanzar Camerún.
En el año 330 a.C. Piteas organizó una expedición rumbo al Círculo Ártico, surcando el Mar Báltico a través de los peligrosos témpanos flotantes de hielo. En la narración de sus aventuras aparecen aspectos que confirman completamente la veracidad de esta expedición, como la descripción con todo rigor de las interminables noches polares, un fenómeno desconocido en el mundo mediterráneo.

Egipto fue en su momento toda una potencia política, económica y militar, y dispuso de todo tipo de recursos, bien propios o de pueblos satélites como los fenicios, cartagineses o griegos para realizar grandes expediciones a distintos puntos geográficos del planeta.
Pero, ¿hasta dónde llegaron sus límites?

AUSTRALIA DESTINO FINAL

Una de las obras maestras de la literatura egipcia que ha llegado hasta nosotros es la conocida como "Relato del náufrago". En ella aparecen las aventuras de un desafortunado marinero que naufragó cuando se dirigía en su barco a recoger minerales de territorio nubio. El barco lo formaba una tripulación de 120 marineros y sus medidas eran 60 metros de eslora por 20 de manga. Sucumbió en medio de una fuerte tempestad y ante el empuje de olas de 4 metros de altura.
Algo parecido tuvo que suceder en la narración que nos hace un conjunto de jeroglíficos ubicado en un lugar un tanto extraño y alejado de las correrías de los antiguos egipcios. Nos referimos a Australia, y más exactamente al Parque Nacional del Valle del Cazador, al norte de Sidney. Sobre las rocas de un monte aparecen más de 250 jeroglíficos egipcios, entre los que destaca en un cartucho el nombre de Djedf-Ra (Diodefre), hijo de Keops y nieto de Snefru, lo que sitúa este hecho histórico dentro del Antiguo Imperio y más exactamente durante la IV Dinastía.
En estos jeroglíficos se narra la aventura de una expedición al mando de Djes-Djes-Eb, un noble egipcio que junto a su tripulación naufraga en tierras extrañas, y en las que después de pasar muchas calamidades fallece por la mordedura de una serpiente venenosa.

En Queensland, otra zona de Australia, fueron encontrados varios escarabajos sagrados egipcios y la estatua de un babuino, un animal desconocido en estos parajes y al que los egipcios usaban al igual que al pájaro ibis, para representar al dios de la ciencia, Thot. Otra de estas curiosas estatuas fue localizada en Leura, en las Montañas Azules de Nueva Gales del Sur.
En este mismo lugar, cerca de la localidad de Kyogle, la hija de un agricultor encontró en el campo un amuleto de ámbar con forma de obelisco y extrañas inscripciones. Expertos del Museo de Departamentos de Minas dictaminaron que el amuleto era egipcio y que su antigüedad alcanzaba los 5.000 años.

En una cueva de Tierra de Arnhem existe el dibujo de un Ojo de Horus, e incluso en el Museo de Katoomba se pueden ver diferentes monedas localizadas en distintos punto de Australia de origen egipcio y romano.
Dos estatuas fueron halladas junto al Río Hawkesbury en Nueva Gales del Sur, y en ellas aparecen las cabezas de dos hombres con unos claros rasgos faciales semíticos. En el Museo de Perth se puede ver un plato descubierto en 1972 de origen fenicio, donde aparece una estrella de David junto a caracteres fenicios y egipcios.

Estatua de un babuino. Este animal representaba al dios de la ciencia egipcia Thot.

La conocida como "Piedra Tjuringa", encontrada en Australia central, es una copia idéntica de como los antiguos egipcios representaban el símbolo de Aton (el Sol) allá sobre el año 1.000 a.C.

HUELLAS EN EGIPTO

Pero no sólo existen vestigios de la visita de antiguos egipcios a Australia. También en el propio Egipto podemos hallar huellas que nos indican que en algún momento de la historia los pobladores de Egipto y Australia cruzaron sus destinos.
En 1984 el periódico "Cairo Times" publicó la noticia del hallazgo de fósiles de canguros cerca del Oasis de Siwa.
En la necrópolis de Sakkara, en el conjunto funerario del Faraón Unas (VI Dinastía), se han localizado escenas de caza de distintos animales, entre los que increíblemente aparecían canguros. También en Tell al-Amarna, la capital que mando construir Akhenatón se han encontrado dibujos de estos animales.
La presencia de "boomerang" en relieves egipcios que ya en su momento aparecieron en la tumba de Tutankamon constituye uno de los mayores misterios, ya no sólo por su presencia en tierras del Nilo, sino incluso por su utilización por parte de los aborígenes australianos.

A la izquierda imagen de un canguro aparecido en el complejo funerario del Faraón Unas en Sakkara (VI Dinastía) entre otras escenas de animales. A la derecha, la misma imagen pintada de negro para resaltar las formas de este animal típicamente australiano.

A finales del siglo XVIII fue descubierta la existencia de este extraño artilugio con increíbles capacidades aerodinámicas producto de muchos años de estudio y que no deja de representar todo un anacronismo histórico dentro de estos pueblos primitivos.
Sin embargo no todos los "boomerang" utilizados por los aborígenes tienen la propiedad de regresar a su punto de partida una vez lanzados, e incluso esta característica era desconocida para muchos de ellos. Sólo algunas tribus eran poseedoras de introducir esta capacidad en la construcción de los "boomerang" que fue heredada en tiempos remotos.

Esta circunstancia nos ha hecho pensar que, la fabricación de los "boomerang" estaba en pleno proceso involutivo a la llegada de los descubridores europeos a Australia, y que sólo algunas tribus de aborígenes conservaban una técnica, una estética y una calidad de acabado capaces de obtener la forma aerodinámica perfecta para ser dotados de la capacidad de regresar de nuevo una vez lanzados.
El uso que hicieron los egipcios de los "boomerang" parece que fue el de arma de mano, y ocasionalmente como arma arrojadiza para la caza. A pesar de ello se han encontrado "boomerang" perfectos, capaces de volver de nuevo al punto de lanzamiento, una característica que desconocían y que es sinónimo del origen exterior de esto artefactos.

A la izquierda colección de boomerang del Museo Egipcio en El Cairo.
A la derecha un aborigen australiano prepara su boomerang para ir de caza.

A la izquierda escena de caza de aves en el antiguo Egipto con boomerang.
A la derecha boomerang encontrados por Howard Carter e la Tumba de Tutankamon

PIRÁMIDES AUSTRALIANAS

Son varias las noticias que apuntan a la presencia de construcciones piramidales en Australia, algunas de ellas aprovechando accidentes geográficos naturales para su realización. Naturalmente esta posibilidad ha sido completamente desechada por los arqueólogos.
Una de las más famosas "pirámides" se puede localizar en Gympie, al norte de Queensland, una construcción escalonada de unos 40 metros de altura, dónde curiosamente se encontraron numerosas piezas con representaciones de escarabajos sagrados y la estatua de uno de los "babuinos" a los que hacíamos referencia anteriormente.

Según las tradiciones aborígenes, esta y otras construcciones megalíticas existentes en toda Australia fueron realizadas por una raza de gigantes (se pueden ver huellas de pisadas fósiles de un tamaño gigantesco de fisonomía humana en estratos de esquisto en las Montañas Azules, Nueva Gales del Sur).
Oficialmente esta construcción es achacada a agricultores inmigrantes llegados a Australia en el siglo XIX, que levantaron terrazas para el cultivo, pero que la mala calidad del terreno les hizo abandonar. Otra de estas construcciones piramidales más famosas se localiza cerca de Port McQuarie, en Nueva Gales del Sur. Para su construcción se emplearon bloques de piedra que en algunos casos alcanzaban las 40 toneladas. También cerca de Gordonvale, al sur de Cairns existe otra construcción de tipo escalonado.

En cualquier caso, todas estas evidencias de un pasado desconocido son completamente ignoradas y desechadas por quienes de una forma interesada han escrito la historia.

Misterios del Antiguo Egipto

El Faraon Extraterrestre
Por: Enzo Daedro

TIERRA DE PLEGARIAS

Egipto. Tierra de hacedores, de grandilocuentes obras, de mártires y reyes. Zona seleccionada por ciertos Dioses ahora en el olvido que bendijeron a los campesinos con la sabiduría de las estrellas. La sombra de un vigoroso pasado se pierde en la desembocadura del Nilo. Los hijos han convertido el paraíso en negocio, al símbolo en moneda. Parece mentira que toda aquella agraciada cultura se esté perdiendo. El peor enemigo de la historia es la economía. La pobreza y la falta de recursos ahoga al nido de los faraones. La memoria de una nación está en juego.

INTRINCADA EXCAVACIÓN

En 1987 el egiptólogo francés Louis Caparat comenzó las negociaciones con el gobierno egipcio con la intención de llevar a cabo una serie de excavaciones en la Gran Pirámide de Keops. La razón era un tanto pedante: Caparat afirmaba que todavía no se habían descubierto las habitaciones más importantes de la pirámide. Solo él y sus tres ayudantes podrían excavar allí y acceder a los tesoros ocultos.
El ministro de educación y el canciller francés de aquel entonces exigieron algún tipo de prueba. Caparat llevó al estrado una serie de planos y manuscritos en donde se afirmaba de cierto modo que entre los sitios descubiertos desde principios de siglo hasta la década del 80 existían ciertas zonas en gris. Estos lugares no pudieron ser accesados por los anteriores arqueólogos. Así mismo, Caparat presentó una carta de una empresa norteamericana que ponía a disponibilidad una moderna máquina excavadora, lo cual ayudaría de sobremanera en el trabajo. El ministro pidió una semana de receso en las conversaciones.

En el invierno del 88, Caparat y sus asistentes excavaban ya en Keops. Se le concedió el plazo de cuatro meses con posibilidad de extender el tiempo si se llegaba a encontrar algún indicio. El trabajo fue preciso y llegó a agotar al arqueologo. No obstante, la tajante persistencia fue su mejor consejero. Día a día avanzaban con rapidez. La excavadora americana funcionaba con increíble acierto. Llegó a trabarse en algunos tramos.
Al poco tiempo, uno de los ayudantes de Caparat, Ernest comenzó a tener cierto malestar en el pecho. No podía ingerir alimento alguno, vomitaba de forma extraña, no lograba conciliar el sueño y se quejaba cuando le tocaban, una sugerente marca roja que le rodeaba el cuello.

El arqueólogo le acompañó hasta el hospital más cercano. Para su mala suerte debieron internarle. Los médicos le examinaron. Al parecer sufría de un virus no identificado que atrofiaba los conductos internos de los pulmones. Las fosas nasales emanaban gran cantidad de flemas de un color rojizo.
Como precaución, el médico le pidió a Caparat que detuviese las excavaciones. Podría ser algún tipo de trampa creada y desarrollada por los egipcios antiguos. El arqueólogo afrontó una seria decisión. O abandonar definitivamente la excavación, o continuar por su cuenta. Los otros ayudantes se negaron a prestarle servicios. Temían contagiarse.

EL DESCUBRIMIENTO

En plenitud de la investigación, Caparat atravesó largos túneles y sobrevivió a cualquier inconveniencia tanto climática como física. Era común que la presión atmosférica fuese baja, lo cual le impedía respirar correctamente.
Por esta razón trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde, a posteriori se dedicaba a analizar los resultados y anotarlos en sus registros.
Una semana antes de que se venciese el lapso programado por el gobierno egipcio, Caparat halló lo que aparentaba ser el principio de una entrada. Marcó el borde superior con su instrumental, una pequeña escoba de mano le ayudó a limpiar el terreno. La tierra era espesa. No se dejaba manejar fácilmente. Caparat descubrió tres jeroglíficos entrelazados por lo que parecía ser un ramo de olivo. Tardó aproximadamente una hora en decodificarlos. Los signos hacían referencia al faraón Keops y a sus condescendientes. El arqueólogo emocionado se comunicó con el canciller francés. La excavación recibió apoyo directo del gobierno egipcio. El que antes era un simple soñador, era reconocido como un talentoso investigador. Aunque todavía quedaba mucho por descubrir, Keops asombraría nuevamente al mundo.

LA TUMBA DE CRISTAL

Una centena de hombres y 61 días fueron suficientes para librar de obstáculos la preciada entrada. La puerta yacía en buen estado. Mostraba una cantidad interesante de figuras, representadas en bajorrelieves de fino corte. Con la ayuda de un remolque externo se logró derribar las trabas que impedían abrirla. Los científicos cubrieron sus rostros con máscaras. Examinaron, con precaución, el lugar. Estaba completamente oscuro.
Caparat fue el primero en avanzar en tierra desconocida. Para su sorpresa, la recámara contaba con dos círculos de unos 20 centímetros (aproximadamente) ubicados en ambos extremos del sitio por los cuales ventilaba aire. La sorpresa no se hizo faltar. Caparat se topó con una gigantesca tumba de cristal macizo. Llamó a sus asistentes que habían regresado a sus tareas luego de la buena nueva, y les pidió que alumbrasen el objeto a la brevedad. Para el horror de muchos, un cadáver yacía dentro de la tumba. Y no parecía ser humano.
El cuerpo fue depositado en una ambulancia especial y fue llevado a un centro de investigaciones donde se practicarían diversos exámenes. La tensión creció cuando Caparat halló entre las piernas del ser un papiro antiquísimo. Abandonó el lugar y se retiró a sus aposentos en un hotel. El ministro egipcio de relaciones exteriores se hizo presente en la excavación junto con la fuerza policial. Cercó la zona y prohibió el acceso.

EL PACTO DE KEOPS

Transcribió la traducción con severo cuidado a su cuaderno personal. Caparat se asombraba con cada nueva decodificación. Los jeroglíficos no poseían la construcción fonética normal. El estilo variaba por signo. Al parecer, el faraón Keops había firmado un tratado con un alienígena proveniente de un sistema estelar lejano. El ser le brindaba completa protección durante su vida a cambio de refugio.
Así mismo, le explicó el devenir de la historia del hombre. La posibilidad de viajes interplanetarios, de intercambiar personas de mundo a mundo. El faraón, maravillado, aceptó la oferta. Firmaron un pacto en donde se explicitaba que el alienígena podría residir en Egipto el tiempo que desease. La criatura vivió en paz el resto de su longeva vida. La tumba se construyó con un diseño que dibujó antes de morir. Caparat recibió la visita de la policía en el hotel. Le quitaron el papiro y sus cuadernos, y se le obligó a regresar a Francia.

UNA PROEZA INADVERTIDA

Personalmente, es un tanto difícil de creer que la historia que relata Louis Caparat no esté llevada a la exageración.
Me he comunicado con el investigador, quien precisó que ningún hecho descrito fue tergiversado. Volvió a afirmar cada uno de sus postulados. Una cosa es cierta; el ayudante enfermo de Caparat pereció. Consta el registro en el hospital. También es real la excavación. Lamentablemente el actual ministro de relaciones exteriores egipcio no ha querido contestar mis e-mails ni mis cartas. El asunto de la Tumba de Cristal de Keops parece fastidiar a algunos mandatarios. ¿Por qué les molesta hablar sobre algo que nunca existió?